I Ching (易經)

"Si me fuera posible prolongar mi vida algunos años, pediría cincuenta más para poder estudiar el I Ching y librarme así de mis muchos errores." (Confucio)


Una visión crítica de las versiones del "I Ching"


Existen multitudes de ediciones de este oráculo, pero la mayoría de los que lo hemos usado coincidimos en que por muchas versiones que consultemos no dejan de ser una versión y ninguna tiene la frescura de la traducción de Wilhelm, mi impresión es que las otras versiones son meros encargos de las editoriales que luchan por tener en sus listas un ejemplar de este "Bestseller", es muy triste verlo de esta forma pero no creo que haya una razón para hacer más traducciones de esta obra.

Cierto es que otros libros nos aportan información "extra" que nos pueden facilitar la introducción al oráculo, pero mi opinión es que para consultar este libro no hay que leer mucho, sino aprender a sentir, aprender a reflexionar y sobre todo aprender a conocernos para aprender más de nosotros mismos, ese trabajo no lo pueden hacer otros por nosotros, consultar el oráculo es toda una experiencia y no está concebido para mentes inquietas e impacientes, precisamente deberíamos volver unos cientos o algunos miles de años atrás y ponernos en situación, el I Ching es válido para nuestra época, pero no está escrito en nuestra época, por tanto no debemos pensar como estamos acostumbrados ni como dicta la sociedad, no debemos de llevar ese ritmo frenético porque ese resultado en la consulta del oráculo puede verse reflejado. Os invito a releer la cita de arriba y meditar un poco sobre ella, ¿de verdad creéis que un libro (ó alguien) puede decir cómo debéis de aprender a sentir y a usar algo que se basa en vuestra propia experiencia, en vuestra propia observación y en vuestro propio estudio?

Estos párrafos están inspirados en el artículo de: 



I Ching: La traducción de Wilhelm-Baynes

La versión de Richard Wilhelm (1873-1930) es un clásico en el tema, y sin lugar a dudas la mejor traducción existente hasta el presente. Ello se debe a que este autor, que vivió más de veinte años en China, la mitad de ellos bajo el régimen imperial, y la otra mitad bajo el régimen post-revolucionario surgido en 1911, a todo esto debemos sumar la  inestimable ayuda de uno de los últimos exponentes de la clase de los letrados confucianos, Lao Nai Xuan. Gracias a este aporte, Wilhelm pudo encontrar para cada ideograma el sentido más verosímil de acuerdo a la tradición literaria china.

Wilhelm también cumplía en China funciones de misionero protestante. Su traducción del I Ching muestra una gran amplitud de criterio y una aguda sensibilidad frente a una cultura que en diversos aspectos es bien diferente a la occidental. Superando múltiples problemas, Wilhelm hace conocer en occidente las curiosas propiedades parapsicológicas del Libro que había traducido. Su obra cuenta con el apoyo académico del psicólogo Carl G. Jung. La traducción del I Ching de Wilhelm es una obra de primera elección para quien quiera iniciarse y explorar las posibilidades mánticas del Libro de las Mutaciones (o Libro de los Cambios).


C. G. Jung: En memoria de Richard Wilhelm 

Este discurso fue leído el 10 de marzo de 1930 en Munich, durante una celebración en memoria de Richard Wilhelm, fallecido el 1 de marzo.

Primeramente publicado en Neuer Zürcher Zeitung como “Necrología de Richard Wilhelm”, finalmente en la segunda edición de El Secreto de la Flor de Oro. También se incluye en el vol. 15 de las Obras Completas de C. G. Jung


Damas y caballeros:

No es tarea fácil hablar de Richard Wilhelm y de su obra, pues nuestros caminos, partiendo de la lejanía, se han cruzado a la manera de los cometas. Ustedes probablemente conocieron a Wilhelm antes de que yo trabara relación con él, y la obra de su vida tiene una extensión que no he sondeado. Tampoco he visto nunca esa China que lo formó primero y luego duraderamente lo colmara, ni me es corriente su lengua, la manifestación espiritual viviente del Este chino. Ciertamente, me hallo como un extraño en las afueras de ese enorme campo del saber y la experiencia donde Wilhelm cooperara como maestro de su profesión. Él como sinólogo y yo como médico jamás habríamos tenido contacto si hubiésemos permanecido especialistas. Pero nos encontramos en la tierra de los hombres, que comienza más allá de los hitos limítrofes académicos. Ahí se halló nuestro punto de contacto, ahí cruzó la chispa que encendió esa luz que había de conducirme a uno de los sucesos más significativos de mi vida. Es, pues, en razón de esa vivencia que me permito hablar de Wilhelm y de su obra, recordando con agradecido respeto a ese espíritu, que creó un puente entre Este y Oeste para legar al occidente la preciosa herencia de una cultura milenaria destinada quizás a declinar.

Wilhelm poseía la maestría que adquiere sólo quien supera su especialidad, y de ese modo su ciencia llegó a ser para él un asunto que concernía a la humanidad -no, no llegó a ser; lo era ya desde el principio, y lo fué siempre. Pues, ¿qué otra cosa lo hubiera podido alejar de tal modo del horizonte estrecho de los europeos, y aun de los misioneros, para que, apenas impuesto todavía del secreto del alma china, presintiera en ella tesoros ocultos para nosotros, y en pro de esta preciosa perla inmolara su prejuicio europeo? Sólo pudo haber sido un sentimiento humanitario que todo abarcase, una grandeza de corazón que presintiese la totalidad, lo que le posibilitó abrirse incondicionalmente a un espíritu hondamente foráneo y poner al servicio de su influjo las múltiples dotes y capacidades de su alma.

Su comprensiva dedicación, más allá de todo resentimiento cristiano, más allá de toda arrogancia europea, es ya por sí sola testimonio de un espíritu raramente grande, pues en contacto con civilizaciones extrañas los mediocres se pierden, ya en ciego desarraigo de sí mismos, o en celo crítico tan falto de comprensión como presuntuoso. Tanteando las desnudas superficies y externalidades de la cultura foránea, no comen de su pan ni beben de su vino, y así nunca entran en la communio spiritus, esa muy íntima trasfusión e interpretración que prepara el nuevo nacimiento.

Por regla, el erudito especializado es un espíritu únicamente masculino, un intelecto para el que la fecundación es un proceso extraño y antinatural; por lo tanto, una herramienta especialmente inapropiada para dar a luz a un espíritu foráneo. Un espíritu más grande, empero, lleva el signo de lo femenino, y le es dada una matriz receptiva y fructífera que posibilita la re-creación de lo foráneo bajo forma conocida. Wilhelm poseía en medida plena el raro charisma de la maternidad espiritual. A ése debía su empatía, hasta aquí inalcanzada, del espíritu del Oriente, que lo capacitó para sus incomparables traducciones.

Considero, como mayor entre sus logros, la traducción y comentario del I Ging. Hasta el momento de conocer la traducción de Wilhelm, me había ocupado durante años con la insuficiente traducción de Legge; en consecuencia, estuve en posición de apreciar la extraordinaria diferencia de la manera más completa. Wilhelm ha logrado hacer resucitar bajo una viviente forma nueva esa vieja obra, en la que no sólo muchos sinólogos, sino también los mismos chinos modernos, no perciben más que una colección de absurdos ensalmos mágicos. Esa obra encarna, como por cierto ninguna otra, el espíritu de la cultura china; los mejores espíritus de la China han colaborado en ella y le han aportado, durante miles de años. No ha envejecido a pesar de su edad legendaria, sino que vive y opera siempre, al menos para aquellos que comprenden su sentido. Y que nosotros pertenezcamos también a esos favorecidos lo debemos a la creativa proeza de Wilhelm. Él nos ha aproximado a esa obra, no sólo merced a un cuidadoso trabajo de traducción, sino también mediante su experiencia personal, por un lado como discípulo de un maestro chino de antigua escuela y, por el otro, como iniciado en la psicología del yoga chino, para quien la aplicación práctica del I Ging era una vivencia continuamente renovada.

Pero con todos esos ricos dones, Wilhelm nos ha también sobrecargado con una tarea cuya magnitud quizás podamos intuir con el tiempo, pero no seguramente abarcar de una ojeada todavía. A quien, como yo, haya tenido la rara fortuna de experimentar, en intercambio espiritual con Wilhelm, la fuerza adivinatoria del I Ging, no le puede a la larga quedar oculto que tocamos acá un punto de Arquímedes a partir del cual puede ser desgoznada nuestra posición espiritual occidental. Ciertamente, no es pequeño mérito esbozarnos un cuadro tan prolijo y colorido de una cultura para nosotros extraña, como el realizado por Wilhelm, pero eso va a significar algo menos comparado también con el hecho de que nos haya inoculado, por encima y más allá de aquello, con un germen viviente del espíritu chino, apropiado para modificar nuestra imagen del universo. No hemos quedado en espectadores únicamente admirativos o únicamente críticos, sino que participamos del espíritu del Este en la medida en que hayamos logrado experimentar la eficacia viviente del I Ging.

La función en que se basa la práctica del I Ging -si se me permite expresarme así- está de hecho, según todas las apariencias, en la más aguda contradicción con nuestra manera occidental, científico-causal, de considerar al mundo. Es, en otras palabras, extremadamente acientífica, sencillamente prohibida, y por ende, apartada de nuestro juicio científico e incomprensible para él.
Hace algunos años me preguntó el entonces presidente de la British Anthropological Societycómo podía yo explicar que un pueblo espiritualmente tan elevado como el chino no hubiese materializado ninguna ciencia. Le repliqué que eso debía muy bien ser una ilusión óptica, pues los chinos poseían una “ciencia” cuyo standard work era precisamente el I Ging, pero que el principio de esta ciencia, como tantas otras cosas en China, es por completo diferente de nuestro principio científico. La ciencia del I Ging, en efecto, no reposa sobre el principio de causalidad sino sobre uno, hasta ahora no denominado -porque no ha surgido entre nosotros- que a título de ensayo he designado como principio de sincronicidad. Mis exploraciones de los procesos inconscientes me habían ya obligado, desde hacía muchos años, a mirar en torno mío en busca de otro principio explicativo, porque el de causalidad me parecía insuficiente para explicar ciertos fenómenos notables de la psicología de lo inconsciente. Hallé en efecto primero que hay fenómenos psicológicos paralelos que no se dejan en absoluto relacionar causalmente entre sí, sino que deben hallarse en otra relación del acontecer. Esta correlación me pareció esencialmente dada por el hecho de la simultaneidad relativa, de ahí la expresión "sincronicidad". Parece, en realidad, como si el tiempo fuera, no algo menos que abstracto, sino más bien un continuum concreto, que contiene cualidades o condiciones fundamentales que se pueden manifestar, con simultaneidad relativa, en diferentes lugares, con un paralelismo causalmente inexplicable como, por ejemplo, en casos de la manifestación simultánea de idénticos pensamientos, símbolos o estados psíquicos. Otro ejemplo sería la simultaneidad, destacada por Wilhelm, de los períodos estilísticos chinos y europeos, que no pueden ser causalmente relacionados entre sí. Si dispusiera de resultados generalmente confirmados, la astrología sería un ejemplo de sincronicidad de máxima importancia. Pero hay al menos algunos hechos suficientemente verificados y confirmados mediante extensas estadísticas, que hacen aparecer el planteo astrológico como digno de la consideración filosófica. (La valoración psicológica está sin más asegurada, pues la astrología representa la suma de todas las nociones psicológicas de la antigüedad.) La posibilidad, de hecho existente, de reconstruir un carácter de modo suficiente a partir de una natividad, prueba la relativa validez de la astrología. Pues la natividad no reposa, empero, de ninguna manera sobre las posiciones estelares astronómicas reales, sino sobre un sistema temporal arbitrario, puramente conceptual, ya que, debido a la precesión de los equinoccios, hace mucho que el punto vernal se ha desplazado del 0° de Aries. En consecuencia, en tanto haya diagnósticos astrológicos efectivamente correctos, no descansan sobre las acciones de los astros, sino sobre nuestras hipotéticas cualidades del tiempo; es decir, en otras palabras, que lo que ha nacido o sido creado en este momento del tiempo, tiene la cualidad de este momento.

Ésa es, al mismo tiempo, la fórmula fundamental de la práctica del I Ging. Como se sabe, se obtiene el conocimiento del hexagrama, que es imagen del momento, mediante una manipulación, basada en el azar más puro, de las varillas del milenrama o de las monedas. Los palillos rúnicos caen tal cual es el momento. La cuestión sólo es: ¿lograron el antiguo rey Wen y el duque de Dschou, nacidos alrededor del año 1000 a. C., interpretar o no correctamente la imagen casual de los palillos rúnicos arrojados?
Sobre eso decide únicamente la experiencia.

En ocasión de su primera conferencia sobre el I Ging, en el Club Psicológico de Zurich, Wilhelm demostró, a mi pedido, el método para consultar el I Ging, e hizo así un pronóstico que en menos de dos años se cumplió al pie de la letra y con toda la claridad deseable. Este hecho podrá ser confirmado por muchas experiencias paralelas. No me es aquí, empero, de importancia establecer objetivamente la validez de los enunciados del I Ging, sino que los asumo según lo hiciera mi difunto amigo y, por ende, me ocupo sólo del hecho asombroso de que se haga legible la qualitas occulta del momento de tiempo, expresada mediante el hexagrama del I Ging. Se trata de una relación del acontecer análoga no sólo a la astrología sino esencialmente emparentada con ella. El nacimiento corresponde a los palillos rúnicos echados, la constelación natal al hexagrama, y la interpretación astrológica resultante de la constelación corresponde al texto apropiado al hexagrama.

El pensamiento que se edifica sobre el principio de sincronicidad, y que alcanza su máxima cima en el I Ging, es en suma la expresión más pura del pensamiento chino. Entre nosotros este pensamiento desapareció de la historia de la filosofía desde Heráclito, hasta que percibimos de nuevo, con Leibniz, un lejano eco. Pero no estuvo extinguido durante el intervalo, sino que pervivió en la penumbra de la especulación astrológica y, todavía hoy, permanece en ese nivel.

Toca aquí el I Ging algo que entre nosotros necesita desarrollo. El ocultismo ha vivido en nuestros días un renacimiento que realmente no tiene parangón. Casi oscurece la luz del espíritu occidental. No pienso, con esto, en nuestras academias y sus representantes. Soy un médico, y tengo que ver con gente común. Por eso sé que las universidades han cesado de actuar como fuentes de luz. La gente está saciada de la especialización científica y del intelectualismo racionalista. Quiere oír acerca de una verdad que no estreche sino ensanche, que no oscurezca sino ilumine, que no se escurra sobre uno como agua sino que penetre conmovedora hasta la médula de los huesos. Ese buscar amenaza, en un público anónimo pero amplio, con desembocar en rutas falsas.

Cuando pienso en la proeza y la significación de Wilhelm, me viene siempre a la mente Anquetil du Perron, aquel francés que trajo a Europa la primera traducción de los Upanishads, justo en ese momento en que, por primera vez desde hacía casi mil ochocientos años, ocurría el hecho inaudito de que una Déese Raison derribara de su trono en Nótre Dame al Dios cristiano.

Hoy, cuando en Rusia sucede algo mucho más inaudito que en el París de ese tiempo, cuando en Europa misma el símbolo cristiano ha alcanzado tal estado de debilidad que inclusive los budistas estiman llegado el momento de una misión europea, es Wilhelm quien nos trae del Este una nueva luz. Ésta es la tarea cultural que Wilhelm ha sentido. Él ha reconocido cuánto nos podía dar el Este para la curación de nuestra necesidad espiritual.

No se ayuda a un pobre con que le pongamos en la mano una limosna más o menos grande, a pesar de que así lo desee. Se lo ayuda mucho más cuando le señalamos el camino para que, mediante el trabajo, pueda librarse duraderamente de su necesidad. Los mendigos espirituales de nuestros días están, por desgracia, en exceso inclinados a aceptar en especie la limosna del Este, es decir, a apropiarse sin reflexionar de las posesiones espirituales del Este e imitar ciegamente su manera y modo. Ése es el peligro, sobre el cual no puede prevenirse lo bastante, y que también Wilhelm sintió claramente. La Europa espiritual no es ayudada con una nueva sensación o un nuevo cosquilleo de los nervios. No podemos robar lo que China edificó en miles de años. Para poseer, debemos más bien aprender a adquirir. Lo que el Este tiene para darnos ha de ser para nosotros simple ayuda para una labor que todavía tenemos que realizar. ¿De qué nos sirve la sabiduría de los Upanishads, de qué las penetrantes percepciones del yoga chino, cuando abandonamos nuestros propios cimientos como errores anticuados y nos establecemos furtivamente sobre costas extranjeras como piratas sin patria? La penetrante inteligencia del Este, sobre todo la sabiduría del I Ging, no tienen sentido alguno para quien se encierra frente a su propia problemática, para quien vive una vida artificialmente aprestada con prejuicios tradicionales, para quien se vela su real naturaleza humana, con sus peligrosos subsuelos y oscuridades. La luz de esa sabiduría alumbra sólo en la oscuridad, no bajo la eléctrica luz de los reflectores del teatro de la conciencia y la voluntad europeos. La sabiduría del I Ging ha salido de un trasfondo de cuyos horrores presentimos algo cuando leemos acerca de las masacres chinas, o del sombrío poder de las sociedades secretas chinas, o de la pobreza sin nombre, la suciedad sin esperanza y los vicios de la masa china. Si queremos experimentar como algo viviente la sabiduría de China, tenemos necesidad de una correcta vida tridimensional. En consecuencia, primero tenemos necesidad de la verdad europea acerca de nosotros mismos. Nuestro camino comienza con la realidad europea y no con las prácticas del yoga, que han de alejarnos, engañados, de nuestra propia realidad. Para mostrarnos dignos discípulos del maestro, debemos proseguir en un sentido más amplio el trabajo de traducción de Wilhelm. Así como él tradujo al sentido europeo el bien espiritual del Oriente, debemos nosotros traducir ese sentido a la vida.

Como ustedes conocen, Wilhelm tradujo el concepto central “Tao” por sentido. Sería ciertamente tarea del discípulo traducir a la vida ese sentido, es decir, realizar el Tao. Pero no se crea el Tao con palabras y buenos preceptos. ¿Sabemos exactamente cómo nace el Tao en nosotros, o en torno nuestro? ¿Acaso por la imitación? ¿Acaso por la razón? ¿O por acrobacia de la voluntad?
Sentimos que todo eso es ridículamente inconmensurable. ¿Por dónde comenzaremos, sin embargo, esta primerísima tarea? ¿Estará en nosotros, o con nosotros, el espíritu de Wilhelm si no resolvemos esta tarea bien a la europea, es decir, de manera real? ¿O habrá de ser ésa a la postre una pregunta retórica, cuya respuesta se desvanece en el aplauso?

Miremos hacia el Este. Allí se cumple un destino en exceso abrumador. Los cañones europeos han hecho saltar las puertas del Asia, la ciencia y la técnica europeas, la mundanalidad y la codicia europeas inundaron a China. Políticamente hemos vencido al Este.
¿Saben ustedes lo que sucedió cuando Roma hubo subyugado políticamente al cercano Oriente? El espíritu del Este entró en Roma. Mitra fué el dios militar romano y, del rincón más improbable del Asia menor, vino una nueva Roma espiritual. ¿No sería de pensar que hoy en día sucede algo similar, y que fuésemos tan ciegos como los romanos educados, que se maravillaban de las supersticiones de los khrestoi? Ha de notarse que Inglaterra y Holanda, las dos potencias coloniales más antiguas del Este, son a la vez las más infectadas por la teosofía india. Sé que nuestro inconsciente se halla pleno de simbolismo oriental. El espíritu del Este está realmente ante portas. En consecuencia, me parece que la realización del sentido, la búsqueda del Tao, se ha hecho ya entre nosotros un fenómeno colectivo, en una medida mucho mayor de lo que en general se piensa. Considero, por ejemplo, el hecho de que se haya solicitado a Wilhelm y al indólogo Hauer un informe sobre yoga para el congreso de psicoterapeutas alemanes de este año, como un signo de los tiempos extremadamente significativo. ¡Reflexiónese lo que significa para el médico práctico, que tiene que ver de modo totalmente inmediato con los hombres sufrientes, y por tanto receptivos, tomar contacto con los sistemas curativos orientales! Penetra así por todos los poros el espíritu del Este, y alcanza los lugares más llagados de Europa. Podría ser una infección peligrosa, pero quizás también sea un remedio. La babilónica confusión de lenguas del espíritu occidental ha engendrado una desorientación tal que cada cual ansía una verdad simple o, al menos, ideas generales, que no hablen sólo a la cabeza sino también al corazón, que den claridad al espíritu que las contempla y paz al inquieto empuje de los sentimientos. Como lo hiciera la antigua Roma, hoy también sucede que importamos de nuevo todas las supersticiones exóticas con la esperanza de descubrir en ellas el remedio correcto para nuestra enfermedad.

El instinto humano sabe que toda gran verdad es simple y, por ende, el débil de instintos supone que la gran verdad existe en todas las simplificaciones y trivialidades baratas o cae, a consecuencia de sus desilusiones, en el error contrapuesto de que la gran verdad deba ser lo más oscura y complicada posible. Tenemos hoy en la masa anónima un movimiento gnóstico que, psicológicamente, corresponde de manera exacta al de hace mil novecientos años. Entonces, al igual que hoy, peregrinos solitarios como el gran Apolonio, tienden los hilos espirituales desde Europa hasta Asia, quizás hasta la India lejana.
Considerado desde tal perspectiva histórica veo a Wilhelm como uno de esos grandes mediadores gnósticos que pusieron en contacto los bienes culturales del cercano Oriente con el espíritu heleno y, con ello, hicieron nacer de las ruinas del imperio romano un nuevo mundo.

Entonces, como hoy, preponderaban lo múltiple, lo trivial, la excentricidad, el mal gusto y la inquietud interior. Entonces, como hoy, el continente del espíritu estaba inundado, de manera que sólo emergían del oleaje indefinido, como otras tantas islas, picos individuales. Entonces, como hoy, se hallaban abiertos todos los desvíos espirituales, y florecía el trigo de los falsos profetas.

En medio de la estrepitosa desarmonía de los cobres y las maderas de la opinión europea, es una bendición escuchar la palabra simple de Wilhelm, del mensajero de China. Obsérvesela: está moldeada sobre el candor vegetal del espíritu chino, que puede expresar lo hondo sin pretensión; deja entrever algo de la simplicidad de la gran verdad, de la sencillez del significado profundo, y trae hasta nosotros el suave perfume de la Flor de Oro. Penetrando con su suavidad, ha implantado en el suelo de Europa una pequeña simiente tierna, para nosotros nuevo presentimiento de vida y de sentido, después de todo el espasmo de arbitrariedad y arrogancia.

Wilhelm tenía, ante la cultura foránea del Oriente, la gran discreción tan poco común para el europeo. No le opuso nada, ningún prejuicio y ningún mejor saber, sino que le abrió corazón y mente. Se dejó asir y formar por ella de modo que, cuando retornó a Europa, no sólo trajo consigo una fiel imagen del Este en su espíritu, sino también de su ser. Ciertamente no logró tan honda transformación sin un gran sacrificio, dado que nuestras premisas históricas son tan distintas de las del Oriente. La acuidad de la conciencia occidental, y su aguda problemática, debía ceder ante la esencia más universal y más impasible del Este, y el racionalismo occidental y su unilateral diferenciación, ante la amplitud y simplicidad orientales. Para Wilhelm, esa modificación significó por cierto no sólo un desplazamiento del punto de vista sino también una redisposición esencial de los componentes de su personalidad. No hubiera podido crear Wilhelm de esa manera consumada la pura imagen del Este, liberada de toda premeditación y violencia, que nos dió, si no hubiera logrado al mismo tiempo dejar que el hombre europeo dentro suyo se retirase al trasfondo. Si hubiera dejado que Este y Oeste se embistieran dentro suyo con inmitigada dureza, no hubiera podido colmar su misión de proveernos una imagen pura de la China. El autosacrificio del hombre europeo era inevitable, e indispensable para el cumplimiento de la tarea del destino.

Wilhelm colmó su misión en el más alto sentido. No sólo nos ha hecho accesibles los muertos tesoros espirituales de la China, sino que también trajo consigo, como ya he detallado antes, la raíz espiritual, viviente a través de milenios, del espíritu chino, y la plantó en el suelo de Europa. Con la consumación de esa tarea, alcanzó su misión la cima y, con ello -desgraciadamente- también su término. De acuerdo con la ley, tan claramente vista por los chinos, de la enantiodromía, del curso contrario, sale del fin el principio de lo opuesto. De este modo, en su culminación, yang pasa a yin y la afirmación es reemplazada por la negación. Sólo durante los últimos años de su vida me acerqué a Wilhelm, y he podido observar cómo, con la consumación de la obra de su vida, Europa y el hombre europeo se le aproximaban más y más, y aun incluso lo oprimían. Y con eso creció en él el sentimiento de que se hallaba ante un gran cambio, ante una transformación, cuya esencia por cierto no le era claramente comprensible. Sólo sabía que se hallaba ante una crisis decisiva. La enfermedad física corría paralela con ese desarrollo espiritual. Sus años estaban repletos de recuerdos chinos, pero eran siempre imágenes tristes y sombrías las que flotaban ante sus ojos, clara prueba de que los contenidos chinos se habían hecho negativos.

Nada puede ser sacrificado para siempre. Todo vuelve más tarde bajo una forma cambiada. Y donde una vez tuvo lugar un gran sacrificio debe existir, cuando lo sacrificado retorna, un cuerpo todavía sano y resistente, para poder soportar las sacudidas de una gran transformación. Por eso una crisis espiritual de tal dimensión significa a menudo la muerte, cuando incide sobre un cuerpo debilitado por la enfermedad. Pues ahora el cuchillo sacrificial está en manos del entonces sacrificado y, de quien fué una vez sacrificador, se exige una muerte.

No he reprimido, como ustedes ven, mis concepciones personales, pues, ¿de qué otra manera me hubiera sido posible hablar de Wilhelm sino diciendo cómo lo he vivenciado? La obra de su vida me es de tan alto valor porque me explicó y confirmó tanto de lo que yo intenté, luché por hallar, pensé e hice a fin de encontrarme con el sufrimiento del alma de Europa. Fué para mí una poderosa vivencia oír a través suyo, en elocución clara, lo que oscuramente alboreaba frente a mí partiendo de las confusiones de lo inconsciente europeo. De hecho, Wilhelm me dió tanto que me parece que hubiera recibido de él más que de ningún otro, por lo cual, también, no siento como presunción ser yo quien deposite en el altar de su memoria toda nuestra gratitud y respeto.

Carl Gustav Jung, 1930

¿Qué es el I Ching?



El I Ching es el Canon Antiguo de los Cambios de Zhou, un manual que se compiló como guía para la interpretación del oráculo conocido como Zhan Shi que era practicado en la corte de Zhou del Oeste (S XI - 771 A.C.) cuando el rey debía tomar una decisión importante para el estado, por lo que la consulta al oráculo era un acto oficial de la corte de Zhou en el que los funcionarios designados para la tarea consultaban el oráculo a pedido del rey y lo interpretaban para él.


El I Ching es un sistema de adivinación con una estructura compleja y en la mayoría de los casos la respuesta nos dirá cómo será el desarrollo de una situación durante el transcurso de un año; esto se debe a la cualidad de los Cinco Elementos, los cuales están asociados a las estaciones del año y a que en el método tradicional de consulta utilizando las varillas, éstas se van retirando en grupos de cuatro simbolizando las cuatro estaciones.

Conforme se va avanzando se puede ir comprendiendo cómo se debe interpretar el aspecto del tiempo, para poder determinar en qué momento específico será más favorable emprender las acciones necesarias para dar solución a una circunstancia particular que nos preocupa.


Los funcionarios consultaron el oráculo del Zhan Shi durante varios siglos antes de que se compilaran los textos del I Ching y en ellos volcaron toda su experiencia en la adivinación, así como su conocimiento de la vida y la sociedad. Muchas de las imágenes literarias corresponden a textos heredados de formas oraculares más antiguas, como el Hueso Oráculo, forma oracular que se practicó paralelamente con el I Ching y no fue reemplazada por este en la corte, ya que las normas establecidas para la consulta estipulaban que el rey debía nombrar a tres funcionarios para que cada uno de ellos consultara en una forma oracular diferente cuando se presentaba un problema de estado. Se escogía el resultado en el que coincidían dos de los oráculos consultados, por lo que el Zhan Shi no era una forma oracular excluyente y coexistió con el Zhan Bu (Oráculo de Huesos) hasta finales de la dinastía Qing (1616-1911 D.C.).


Luego de varios siglos de consulta al Zhan Shi, los funcionarios de Zhou fueron resumiendo su experiencia en la interpretación del oráculo a través de versos en los que guardaban las claves de interpretación para que las generaciones posteriores pudieran comprender los principios descubiertos por ellos a través de la práctica en la consulta. Una vez al año eran revisados todos los textos en los que los escribas anotaban los pormenores de las consultas, ya que al ser estas parte de la vida oficial de la corte, debían ser registradas junto con todos los actos de estado. Esto permitía que se hiciera un seguimiento de los métodos seguidos en la interpretación por los letrados y las frases que ellos fueron utilizando para describir los movimientos de las líneas y las imágenes que veían a través de los hexagramas fueron así seleccionadas conforme a su grado de acierto, quedando los textos de interpretación acertados como base para las futuras consultas.


Es así como poco a poco el I Ching o Canon Antiguo del Oráculo Zhan Shi fue tomando cuerpo hasta lograrse la estructura que conocemos hoy en día. El I Ching tiene un cuerpo muy sólido, tal como corresponde a la clase social a la que pertenecían los funcionarios que consultaban el oráculo y al rigor con el que ellos realizaron su práctica y la resumieron a través de los versos. No sólo tiene una estructura lógica totalmente relacionada con el lenguaje binario y las imágenes de trigramas y hexagramas, sino que además tiene una coherencia como cuerpo literario, siendo los pasajes muy bellos si se leen en el idioma chino antigo al estilo de los viejos letrados.

Extraído del blog de JOSEPH CRUZ (高旺民)

¿Cómo consultar el I Ching?


El I Ching NO va a contestar preguntas sobre qué son otras personas, sino cuál es tu deber o qué está pasando y qué está en tus manos cambiar. Es importante conocer las claves de la interpretación del I Ching para poder comprender claramente la respuesta que el Oráculo nos brinda. Este proceso puede durar varios años y según vayamos avanzando lo iremos comprendiendo de manera distinta. 

Al realizar la consulta, el hexagrama del I Ching muestra un estado presente de nuestro entorno/situación frente a lo que se pregunta, las líneas concretan más esa situación y matizan mejor sobre lo que se está cuestionando, de alguna forma nos hace replantearnos situaciones que posiblemente no habíamos sido capaces de valorar en un principio. En pocas palabras, el I Ching invita a la reflexión. Si en la consulta nos aparecen "líneas mutantes" o líneas en movimiento, eso significa que esa situación presente nos lleva a otra futura (es decir a otro hexagrama) de ahí su nombre "Libro de las Mutaciones" o "Libro de los Cambios". Una de mis citas favoritas del tomo traducido por Richard Wilhelm es:


 "Lo inmutable es la mutación." 

Creo que ahí se puede percibir muy bien EL CONCEPTO del I Ching, el Yin-yang, las líneas, los trigramas, los hexagramas... habla del CAMBIO CONSTANTE que nos rodea, nos dice que nada permanece en un estado de forma inmutable, siempre hay algo del entorno que lo "incita" y lo "precipita" a cambiar.




La forma tradicional en todos los oráculos chinos es presentarse uno ante el oráculo, en el caso del I Ching se debe decir:

"Puesto que las varillas de Tai tienen el espíritu, yo (nombre) nacido en el año (se puede decir el año de nacimiento o el signo astrológico chino) me presento ante el oráculo para preguntar acerca de (aquí se plantea la pregunta y si se pregunta por otra persona se dice "para preguntar por.... nacido/a en el año de, igual uno se debe presentar primero diciendo su propio año de nacimiento y luego el nombre de a quien uno representa y la pregunta) para saber si será de auspicio o aflicción, el oráculo tiene el espíritu, yo aceptaré la respuesta".


Esa es la forma más tradicional de plantear la pregunta y si no se trabaja con varillas, se puede modificar la fórmula, pero siempre conservando el esquema.

Cuando se estudia el I Ching, si bien es cierto es conveniente la consulta permanente para irse familiarizando con el sistema, al llegar el momento de consultar con respecto a una decisión importante, lo más conveniente es acudir a un experto para que nos ayude a absolver nuestra pregunta y así también uno mismo puede ir ganando experiencia en la interpretación, ya que observar es importante.


Extraído del blog de JOSEPH CRUZ (高旺民)


El I Ching es uno de los libros mas antiguos de la civilización; parte de la base que cualquier ciclo está formado por 64 partes, cada una de las cuales tiene un significado especial y único. Cada parte del ciclo, también llamada Hexagrama, está compuesta de 6 líneas, las cuales dan matices a las preguntas.

Aunque en la actualidad es considerado como un oráculo que contesta preguntas, es mucho más que eso, es un método para consultar nuestra intuición, al mismo tiempo que nos obliga a pensar de manera detallada en una pregunta o problema, personalmente pienso en él como si de un amigo se tratara, tú le cuentas tu problema y él te contesta según lo que le has contado (al igual que un amigo). Suponiendo que sea un buen amigo (con buenas intenciones) éste puede resultar en ocasiones poco objetivo porque sabe qué es lo que queremos escuchar para no hacernos daño y esa falta de objetividad es la que no nos permite afrontar el problema de la mejor forma.


Las preguntas a las que mejor responde el I Ching son aquellas acordes acordes con el estado espiritual, algunos ejemplos representativos podrían ser:


¿Cuál es mi situación actual?
¿Qué me exige el deber?
¿Cómo he de cumplir con mis obligaciones de la forma más eficaz?


Los temas de consulta original de Oráculo en la Corte de Zhou eran la guerra y las alianzas entre los reinos, la caza y las labores agrícolas, todas estas actividades importantes para el estado, por lo que el rey designaba a los que consultarían e interpretarían los Oráculos para tomar decisiones en determinado momento. Esta consulta era entonces un acto oficial de estado y eran los funcionarios de la corte los encargados de realizarla a pedido del rey, quien nombraba con un edicto a los encargados de la consulta para un tema específico.

Los antiguos funcionarios que realizaban esta labor en la corte conocían a fondo todos los métodos de interpretación del sistema y para facilitar la labor de las siguientes generaciones, fueron compilando sus experiencias a modo de poemas que guardaban claves cifradas donde se encontraba toda la información de los métodos de análisis que ellos utilizaban; sin embargo para poder interpretar los textos, era y es necesario conocer los fundamentos del sistema y las asociaciones que tienen los textos mismos con relación a estos fundamentos, de manera que el I Ching es un todo estructurado en el cual no queda ningún cabo suelto o interpretación dejada al azar; todos los textos contienen información codificada que nos indica el comportamiento de las líneas enteras o quebradas, de tal manera que al conocer la naturaleza de las líneas y el comportamiento de las imágenes, podemos saber exactamente qué sucede en una situación específica que nos preocupa.

Una vez que se conocen las claves de interpretación es posible realizar las asociaciones correspondientes conforme al tema de consulta que nos preocupa, de modo que recién podremos saber si la situación es realmente favorable o no, ya que según el tema específico también cambiará nuestra interpretación conforme a las imágenes.

Un letrado experto en el I Ching acompañó a un amigo a una consulta con respecto a la salud de su padre. El Yi Zhe (Lector de I Ching) realizó la invocación al Oráculo y a través de las varillas obtuvo el hexagrama Tai (Armonía), por lo que dijo: "Tai, gran auspicio, su padre se salvará". El consultante se fue muy contento y el acompañante se despidió de él a mitad de camino, luego de lo cual regresó a increpar al Yi Zhe diciéndole: "¿No ves que la imagen es muy clara? Es el padre debajo de la tierra, el padre morirá". Pasado un mes el padre del consultante falleció.

Es decir que se debe prestar atención a las imágenes de acuerdo al tema consultado; en el caso del hexagrama Tai las imágenes son la Tierra sobre el Cielo, pero el Cielo también representa al padre, por lo que en este caso el letrado lo interpretó como "el padre debajo de la tierra".




Extraído del blog de JOSEPH CRUZ (高旺民)




CONSULTA DEL 'I CHING' CON EL MÉTODO DE LAS MONEDAS


1- Consiga tres monedas iguales.

2- Asignar valores a las caras de las monedas:

A la CARA (YANG) le asignaremos el valor  3. 
A la CRUZ (YIN) el valor 2

Si no se sabe cuál es la cara o la cruz de las monedas se asignará de acuerdo a su instinto.

UN PEQUEÑO APUNTE

YIN (linea discontinua, dos rayas, PAR, valor 2) CRUZ (2 caractéres)
YANG (linea continua, una raya, IMPAR, valor 3) CARA (4 ideogramas chinos)





El orden de las tiradas y la disposición de las diferentes líneas en el hexagrama, será de ABAJO a ARRIBA


(2º trigrama)

6ª tirada
5ª tirada
4ª tirada

(1er trigrama)

3ª tirada
2ª tirada
1ª tirada

Resultados posibles de una tirada:
YIN YIN YIN = + 2 + 2 = 6 (YIN MUTANTE
YIN YIN + YANG = + 2 + 3 = 7 (YANG)
YIN + YANG + YANG = 2 + 3 + 3 = 8 (YIN)
YANG YANG + YANG = 33 + 3 = 9 (YANG MUTANTE

Si hay lineas mutantes, se redibujará el hexagrama que representa la evolución, cambiando solamente las lineas mutantes, YIN por YANG y viceversa.

3- Concéntrese en la pregunta que se quiere plantear, anotarla en un papel puede ser de gran ayuda para concentrarse mejor y visualizar bien la pregunta. Sería recomendable formular la pregunta de una forma similar a la sugerida aquí: 

"Puesto que las monedas tienen el espíritu, yo (nombre) nacido en el año (se puede decir el año de nacimiento o el signo astrológico chino) me presento ante el oráculo para preguntar acerca de (aquí se plantea la pregunta y si se pregunta por otra persona se dice "para preguntar por.... nacido/a en el año de, igual uno se debe presentar primero diciendo su propio año de nacimiento y luego el nombre de a quien uno representa y la pregunta) para saber si será de auspicio o aflicción, el oráculo tiene el espíritu, yo aceptaré la respuesta".

4- Sin dejar de concentrarse, lance las monedas de modo que caigan delante de usted. Observe que las tres monedas darán una suma correspondiente a 6, 7, 8 ó 9. Anote ese resultado siguiendo el orden que hemos indicado anteriormente, de abajo arriba. Repetir el procedimiento hasta seis veces.


EL ANÁLISIS DE LAS LÍNEAS EN MOVIMIENTO

Seis líneas quietas, es decir que al consultar obtuvimos sólo sietes y ochos. Se lee sólo el texto del hexagrama de respuesta y se analizan sus imágenes.

Una línea en movimiento, es decir que obtuvimos una línea con valor de nueve o de seis y las demás líneas tienen valor de siete o de ocho. Se lee el texto de la línea móvil en el hexagrama original de respuesta, no en el cambiado.

Dos líneas móviles y cuatro líneas quietas. Se lee el texto de la línea superior móvil en el hexagrama cambiado. Es decir que si obtuvimos la primera y la tercera línea móviles, por ejemplo, se debe leer el texto de la línea tercera en el hexagrama cambiado.

Tres líneas móviles y tres líneas quietas. Se lee el texto del hexagrama original de consulta y se toma como referencia el texto del hexagrama cambiado. No se leen los textos de las líneas.

Cuatro líneas móviles y dos líneas quietas. Se lee el texto de la línea quieta inferior en el hexagrama cambiado, es decir que si tenemos como móviles las líneas primera, segunda, tercera y quinta, leeremos el texto de la línea cuarta en el hexagrama cambiado.

Cinco líneas móviles y una línea quieta. Se lee el texto de la línea quieta en el hexagrama cambiado.

Seis líneas móviles. Para Qian se lee "el uso de los nueves" y para Kun se lee "el uso de los seis". 

Para los otros hexagramas se lee el texto del hexagrama cambiado.

Utilice esta forma para la interpretación del Oráculo y evitará muchas confusiones.


Extraído del blog de JOSEPH CRUZ (高旺民)